sábado, 20 de marzo de 2010

La Televisión Pública en México: el mapa que hacía falta.


* Publicado por Raúl López Parra el febrero 23, 2010 a las 1:00am
* Ver el blog de Raúl López Parra

En nuestro país la historia de la televisión va de la mano con la visión del mercado.
En 1947 el presidente Miguel Alemán comisionó al ingeniero Guillermo González Camarena por un lado, y al escritor Salvador Novo, por el otro, para que investigaran los modelos de televisión que regían en el mundo, a fin de adoptar el que aplicaría en México.

Novo sugirió seguir el esquema británico, donde el Estado ejercía el monopolio de la propiedad, lo que garantizaba cuidar la calidad de los contenidos y el desarrollo cultural de la televisión.

Camarena optó por el estadounidense que operaba de manera comercial, con capital privado. Como sabemos, Alemán eligió el comercial porque tenía intereses en el sector y desde entonces la televisión pública ha ido a la zaga del modelo comercial.

Ahora que en el Congreso está pendiente una nueva ley de medios, con la permanente sombra de que
se reedite la “Ley Televisa” versión 2.0, es cuando debe replantearse el modelo de la televisión pública, sobre todo en los estados, donde suelen manejarse como una extensión de la propaganda del gobierno estatal en turno.

Para ello es preciso tener un panorama general de cómo se encuentra estructurada la televisión publica, con el fin de elaborar políticas de Estado, más que de gobierno.

En este contexto surge una obra sin precedentes: “Televisión Pública en México. Directorio y diagnóstico (2007-2008)” muestra las entrañas de cómo se estructura este medio en nuestro país.

La Dra. Florence Toussaint Alcaráz lideró a un equipo de investigación financiado por la UNAM que por dos años se encargó de censar a todas las televisoras del país. En su estudio nos aporta datos puntuales: de las 31 televisoras que existen, 23 son administradas por gobiernos estatales, dos por el gobierno federal y tres por universidades.

Este diagnóstico es un mapa detallado con datos de campo e información documental. Se presenta una ficha técnica de cada televisora con aspectos sociodemográficos, de telecomunicaciones y económicos, así como una breve historia.

La “Televisión Pública en México. Directorio y diagnóstico (2007-2008)” es una obra de consulta obligada para legisladores, funcionarios, investigadores, estudiantes y todo aquel interesado en el tema, ya que es la primera obra que recopila datos antes segmentados o inexistentes incluso en los registros gubernamentales.

La obra fue presentada por la Dra. Toussaint en la Feria Internacional del Libro en Minería, en una coedición de Plaza y Valdes y la UNAM.

Esperamos que este trabajo sea actualizado año con año, por la importancia de mantener al día los registros, considerando las dinámicas del sector, sobre todo ahora que entrará el esquema de la digitalización y nuevas señales públicas entrarán en el espectro.

Recientemente la Cofetel otorgó los permisos al GDF para operar el canal 21; al Congreso de la Unión para el canal 45 y el canal 44, para la Universidad de Guadalajara.

Nos congratulamos por esta obra que viene a llenar un vacío de información sobre los medios públicos.

Publicado originalmente en la Revista Mexicana de Comunicación

martes, 28 de agosto de 2007

De Manolete, iniciativas de ley, medios públicos y de por qué somos como somos


Primera de tres partes

Por EFG

Leyendo La Jornada de hoy lunes 27 de agosto descubro
(entre algunas notas que llaman mi atención como que
el rector De la Fuente arremetió de nuevo contra el
gobierno mexicano reclamando que no exista una
estrategia educativa a largo plazo, que los Kenianos
nos la volvieron a hacer con el 1-2 en hombres y
mujeres en el maratón de la Ciudad de México, que los
Pumas perdieron con los rallados –llegando a 13
partidos sin ganar- pero que les queda de consuelo que
los del Puebla están peor y juegan contra ellos la
próxima semana, que mañana martes se cumplen 60 años
de la muerte del gran Manolete –ahora ya a toros nos
interesan los toros, je-, que los gringos siguen
intensificando las medidas contra los inmigrantes y
que Fidel Castro sigue vivo) una pequeña nota, de esas
escurridizas, en la sección de La capital que dice:

“…la Coalición Socialdemócrata en la Asamblea
Legislativa presentó ayer tres iniciativas de ley
tendientes a regular la actividad de los medios de
comunicación en el Distrito Federal. A través de
dichas iniciativas pretenden crear el Instituto de
Radio, Televisión y Tecnología Multimedia; el
Instituto Metropolitano de Investigaciones
Sociológicas y de Opinión Pública y el Centro de
Divulgación de Información de Interés Público. En el
primero se incluirá el proyecto de canal de televisión
de la ciudad y la instalación de unidades
especializadas en las 16 delegaciones para ‘brindar
equidad a la población en cuanto al acceso a los
medios de comunicación’. El segundo instituto se
abocaría a la realización de sondeos y encuestas entre
la población de la ciudad y de la zona metropolitana
que ayuden a la ‘medición de las prioridades de la
gente’ y a la definición de políticas públicas de
acción. El Centro de Divulgación tendrá como intención
difundir de forma adecuada entre los ciudadanos, los
servicios a los que tienen derecho y cómo pueden
beneficiarse de mejor manera de las iniciativas de ley
que han sido aprobadas por los diputados”
Fin de la
nota.

Termino de leer la nota y reflexiono sobre la lectura
selectiva que todos practicamos al momento de leer un
periódico, en otra época de mi vida quizá habría
dejado pasar sin leer la nota que he transcrito, hoy
no.

Resulta que más allá de la posibilidad de que se
apruebe en la Asamblea esta propuesta de la
chiquillada –como comúnmente se les llama a los
partidos pequeños, en este caso el PAS el PT y
Convergencia quienes conforman la llamada Coalición
Socialdemócrata-, engrosar la burocracia seguro no
será bien visto por muchos, lo importante es que el
tema de los medios públicos se está discutiendo, quizá
no aún en los grandes círculos de la Opinión Pública,
pero sí cada vez más en mayor número de espacios, en
nuestro Seminario por ejemplo, …‘brindar equidad a la
población en cuanto al acceso a los medios de
comunicación’, …‘medir las prioridades de la gente…
son frases que entrecomillé en la nota porque creo
que se escriben fácil en una iniciativa de ley pero en
Once TV ya tenemos puesto encima el reto, conocer a
nuestra audiencia, saberla escuchar, a eso nos
referimos cuando hablamos de darles acceso a los
medios facilitando la expresión de sus deseos,
intereses y necesidades, esa es la vocación de un
medio que pretende ser público, no sólo porque es
pagado con el dinero público sino porque sirve y
refleja precisamente al público.

Y retomo en este punto el tema que nació con el “Aquí
nos tocó vivir” de Alejandro y que con un tono más
profundo aunque lacónico el buen Emmanuel se ha
encargado de continuar: Doctor, mi país está enfermo
–dice Emmanuel- y sí, se trata de una enfermedad
diagnosticada desde hace ya mucho tiempo ¿por qué
somos como somos los mexicanos? –vaya embrollo, la
pregunta del millón-.

Filósofos, sociólogos, historiadores, poetas, eruditos
y millones de gentes de a pie nos hemos hecho esa
pregunta en algún momento de nuestra mexicanesca vida
¿por qué chingados somos así? En 1934 Samuel Ramos en
su ya clásico “El perfil del hombre y la cultura en
México” citaba a Platón cuando dice que el Estado es
una imagen agrandada del individuo, refiriéndose con
esa cita a que el mexicano se comporta en su mundo
privado lo mismo que en la vida pública. Han pasado
más de 70 años de aquel ensayo de Samuel Ramos –breve
tiempo si lo consideramos en la escala colectiva- y
las tesis ahí vertidas continúan resonando.

De acuerdo con el maestro Ramos no es nada halagador
el carácter que identifica al mexicano aunque reconoce
que es un alivio saber que se puede cambiar dicho
carácter como se cambia de traje, pues tal carácter es
prestado y lo llevamos como un disfraz para disimular
nuestro ser auténtico del cual no tenemos porqué
avergonzarnos.

Ramos se refiere –para explicar el carácter del
mexicano- al sentido de inferioridad de nuestra raza.
Argumenta que en aquellas personas que manifiestan una
exagerada preocupación por afirmar su personalidad,
que se interesan por todas las cosas o situaciones que
significan poder y que tienen un afán inmoderado de
predominar y de ser en todo los primeros, debe
suponerse que existe un complejo de inferioridad. Y
sí, tal y como aparece el sentimiento de inferioridad
en el niño al darse cuenta de lo insignificante de su
fuerza en comparación con la de sus padres, lo mismo
le pasó a México primero con la conquista, el
mestizaje y finalmente al independizarse. Esta
historia continuará…

jueves, 2 de agosto de 2007

El patrocinio no es competencia desleal




Isabel Uribe / Héctor Villarreal


¿Cuál es la función de los medios públicos?
Deben ser espacios naturales para el ejercicio de la libertad de expresión y para el fomento de la participación informada de los ciudadanos en el debate público. Tienen también objetivos muy importantes en relación con el apoyo a la educación, la promoción de la cultura y la preservación de la identidad de un país. Sin embargo, a cada contexto sociopolítico corresponden funciones con matices distintos. En México destaca la necesidad de que constituyan una oferta de comunicación alternativa y complementaria al predominante modelo comercial.

¿Cómo debe ser diferente?


Primero, hay que entender muy bien a quién se dirigen. Existen, por ejemplo, demandas de comunicación muy claras de sectores de la sociedad que no necesariamente son mayoritarios, pero que sí requieren disponer de canales de expresión, de infraestructura, servicios y experiencia en el manejo de los medios para atender esas necesidades concretas, las cuales no podrán ser resueltas nunca por un modelo de comunicación que funciona con propósitos fundamentalmente mercantiles.

Los medios públicos deben contribuir a preservar, fomentar y ejercer las diversas expresiones culturales que conviven en nuestro entorno nacional, las maneras de ser y los valores propios de la sociedad, pues para un país es central estar en contacto permanente con su propia historia.

La oferta de comunicación con fines de lucro se ocupa principalmente de incrementar y asegurar el rating. Los medios públicos deben proponerse, en cambio, la aspiración ética de ser reflejo de una sociedad plural y diversa, que ya decidirá si elige sus contenidos o no, pero que tiene derecho a disponer de esa posibilidad.

Otra función es la de acompañar la instrumentación de políticas públicas, aportando los contextos, las opiniones y el debate en torno de los problemas del país y las soluciones que se proponen para que éstas sean mejor comprendidas. Nunca como instrumentos de publicidad o de propaganda de las acciones de gobierno, ni de los intereses políticos o electorales de funcionarios o de partidos, pero sí mediante la aportación de elementos para enriquecer el debate, sustentar mejor las decisiones públicas y promover la eficacia a esas políticas y acciones.

Algo muy importante es la oferta periodística, en tanto que sigue haciendo falta una cobertura informativa de referencia que acompañe y favorezca el proceso de consolidación de una cultura democrática en el país. Las empresas de radio, televisión y prensa imprimen de manera natural sus propios sesgos a la cobertura periodística que ofrecen, porque responden ­por cierto, sin violar ninguna ley­ a sus propios intereses. Si bien no hay objetividades absolutas en el periodismo, una aspiración ética, particularmente desde los medios públicos, tiene que ser la de ofrecer periodismo profesional y libre de compromisos, autónomo, y capaz de responder únicamente al interés público, mirando a los radioescuchas como ciudadanos y no como consumidores.

¿Cuáles serían las características que los medios públicos tendrían que retomar de los comerciales?


Hay que superar la vieja idea de que el modelo de comunicación de servicio público es antagónico al modelo comercial, no tienen que ser modelos en conflicto, ni siquiera tendrían que estar contrapuestos. El fortalecimiento de una oferta de carácter público no tiene que implicar el deterioro de la industria comercial. Al contrario, estoy seguro que tendría como efecto una mejor calidad de los contenidos de ambos modelos.

El rating, por cierto, es algo que también importa en los medios públicos, pero no como fin último, sino como instrumento para cumplir con su función social; no sólo importa tener a más gente atendiendo a nuestras emisiones, sino que les podamos ofrecer algo con calidad y relevancia.

Los medios públicos deben apostar fuerte también a la calidad y a la innovación. La radio pública no debe ser de ningún modo aburrida ni estática, tiene que ser una radio agresiva en la búsqueda de más audiencias.

Es difícil suponer que de la noche a la mañana la sociedad va a exigir airadamente la existencia de más medios públicos si no le mostramos y la convencemos de la importancia y el valor de lo que puede ofrecer este modelo de comunicación. Me parece que actualmente existe muy poco conocimiento de eso y en general del concepto de medios públicos, creo que debemos delimitar mejor nuestros rasgos de identidad y promoverlos más.

¿A qué te refieres cuando dices que México debe encontrar su propio modelo de medios públicos?


Los llamados medios públicos en México fueron percibidos como instrumentos de comunicación política del régimen ­y de hecho lo fueron­ pero eso ha cambiado junto con el país. Se ha intentado perfilarlos más como los modelos de medios realmente públicos que existen en democracias más consolidadas. Es común que se aluda a los modelos y las instituciones que existen de otros países, lo cual está bien para aprender de aquella experiencia y recoger lo que puede servirnos, lo que no me parece posible ni deseable es imitar en México esos modelos, pues nuestra realidad y nuestra historia son muy diferentes y debemos crear el nuestro.

¿Habría que plantear este modelo en una nueva ley?


Sí, pero antes habrá que ponernos de acuerdo en qué queremos hacer. Fortalecer el modelo mexicano de comunicación de servicio público implica invertir en ello capital económico y político. Habrá que discutir, por ejemplo, si queremos que responda a las múltiples realidades locales o que constituya una visión homogénea que llegue a todo el territorio, en fin, habrá que establecer y lograr consensos, primero en torno a la orientación de la política pública que luego tomará forma en nuevas reglas del juego.

¿Qué tan viable ves el consenso en una propuesta?


Depende del interés y de la voluntad política que realmente exista. Debemos superar la polarización extrema del debate en materia de radiodifusión. Se requiere dialogar y eludir los extremos. No es imposible, pero es obvio que sí será difícil.


¿Cuál sería el papel del gobierno?


Central, pero no se puede esperar que la solución venga solamente del gobierno, es un proceso de responsabilidad compartida. Lo que el gobierno tiene que asumir es la decisión de fortalecer su estructura, a sus medios de comunicación pública, y debe favorecer que ese consenso se dé.

Por otro lado, el gobierno tiene que establecer su agenda y sus prioridades de acuerdo con una perspectiva integral del país y no me parece que se avance mucho abriendo demasiados frentes al mismo tiempo, sobre todo en un entorno político como el nuestro, que de pronto se vuelve tan poco estable.

¿Cómo debe ser su financiamiento?


En el Imer, 70% de su presupuesto corresponde a transferencias fiscales. El resto, son recursos autogenerados, bajo un esquema en el que tenemos estaciones permisionadas y concesionadas. Necesitamos diversificar las formas de financiamiento, para que no dependan los medios públicos sólo ­o tanto­ del presupuesto federal. Eso es necesario para promover mayor independencia y autonomía de gestión.

¿Son posibles otras fuentes de financiamiento?


Nosotros captamos recursos mediante la venta de publicidad y algunos patrocinios, porque la ley nos lo permite. Vendemos también servicios de producción radiofónica a clientes de la iniciativa privada y del sector público. Pero necesitamos reglas más claras, distintas a las que rigen la comercialización en los medios con fines de lucro, pero que nos permitan incrementar y diversificar nuestros ingresos. Debemos, por ejemplo, definir mejor los alcances de la figura del patrocinio.

¿No deben comercializar parte de su tiempo aire?


Pienso que no hay que disputar necesariamente el mismo spot o la misma campaña publicitaria. Los medios públicos y privados responden a naturalezas distintas. Y debemos buscar recursos bajo reglas también distintas.

Debemos convencer al anunciante de invertir en los medios públicos, para tener una presencia diferente. Creo, por ejemplo, que además de buscar la inversión de las instituciones públicas, existe una gran oportunidad de captar recursos del sector privado, sin confundirnos con lo que hacen los medios privados. Entonces, sí debemos competir por los mismos recursos, pero creo que bajo reglas distintas y con propósitos también diferentes.

Algunos medios comerciales siguen aludiendo a una supuesta competencia desleal, lo cual será más falso, en la medida en la que las reglas sean más claras, pero sin duda habrá resistencias como esas que vencer. Los radiodifusores privados deberían comprender que su participación sería importante en la ruta de crear un modelo mejor y más consistente de medios de servicio público.

¿Qué opinas de la propuesta de ley elaborada por el despacho Zambrano y Madrazo a petición de la Red de Medios Públicos?
Creo que tiene muchos flancos débiles, pero hace un recuento de temas y de propuestas que se suman de manera útil a lo que podría estar en el punto de partida de la discusión. Tiene la virtud de ser un reflejo de la inquietud que existe en el país por fortalecer un modelo de radiodifusión de servicio público.

Reportera.

Director del Instituto Mexicano de la Radio.

miércoles, 11 de julio de 2007

Monitor y Radio Caracas Televisión.


O de porqué debemos impulsar en México la tele a colores.

Por Everardo Flores

1.-Recordarán que hace algunos meses el gobierno venezolano decidió no ratificar la concesión de Radio Caracas Televisión.

2.-Recordarán también que por aquel entonces la Suprema Corte de Justicia de la Nación había dado entrada a una acción de inconstitucionalidad de la llamada "Ley Televisa" promovida -desde la legislatura anterior- por los senadores Javier Corral y Manuel Bartlet entre otros legisladores priistas y perredistas.

3.-Lo que los senadores reclamaban -ahora ya sabemos que la Corte les dio la razón- era que la "Ley Televisa" inhibía la competencia y fomentaba el poder del duopolio televisivo.

4.-Ese mismo duopolio televisivo que de manera inmoral e hipócrita escupía por su señal vituperios en contra de los senadores promoventes de la accion de inconstitucionalidad al mismo tiempo que se desgarraba las vestiduras por la decisión del gobierno venezolano de no ratificar una concesión a una televisora privada.

5.-Hace dos semanas Monitor salió definitivamente del aire en sus frecuencias de AM, ya antes había salido de FM debido a un conflicto con su otrora socio Francisco Aguirre de Grupo Radiocentro.

6.-Con excepción de algunos medios como La Jornada así como algunos analistas políticos quienes sostuvieron que en el fondo de todo estaba la apuesta que Vivó había hecho por AMLO para la elección de 2006- el resto de los medios incluido el duopolio se limitaron a dar la nota del fin de las transmisiones de Monitor aduciendo que se trataba de un mal manejo financiero de una empresa que si bien había realizado aportes fundamentales a la radio mexicana, ahora desaparecía simplemente debido a la poca pericia empresarial de su dueño.

7.-Tras este breve recordatorio de esta muy reciente historia -que por cierto aún sigue escribiéndose- quiero promover en este espacio de nuestro seminario un debate en torno a uno de los mayores cánceres de nuestros medios: LA MANIPULACIÓN.

8.- Sin duda Hugo Chávez puede estarse extralimitando en muchas de sus acciones de gobierno, las cuales si bien pueden estar amparadas en una legitimidad popular transgreden el derecho de quienes no están de acuerdo con él, esto es, de las minorías opositoras; también puede ser cierto que más tras bambalinas que al aire -Vivó desde que tengo memoria siempre tuvo un corte reaccionario- pudieron existir acuerdos tácitos y coqueteos entre AMLO y el conductor radiofónico que habrían molestado a Fox y luego a su sucesor. También es cierto que radio Caracas Televisión fue una de las más abiertas promoventes del golpe de Estado que la oligarquía venezolana quiso perpetrar en contra de Chávez allá por el 2001 -si no mal recuerdo- y no menos cierto es que Televisa y TV Azteca se pasaron de gandallas con el contubernio de las dos cámaras y de todos los partidos -aunque algunos después se disculparan y salieran a decir que no se fijaron bien en lo que habían aprobado -ajá- queriendo tener con el amparo de la ley lo que ya tienen de facto, el control casi absoluto de los medios.

9.- Justamente con ese control casi absoluto -y aquí el casi cuenta mucho simplemente porque ahí estamos- lo que el duopolio pretende hacer es precisamente MANIPULAR de manera grotesca como pudo verse sin recatos tanto en el proceso electoral pasado como en lo de la ley de medios, con el único y exclusivo objetivo de mantener, aumentar y perpetrar sus intereses polícos y económicos.

10.- Y es que el duopolio en realidad no sólo son Televisa y TV Azteca, estos forman parte pero ante todo son voceros de los dueños del pastel, de los que mueven el billete o sea de la oligarquía empresarial.

11.- Como ciudadanos de a pie pero sobre todo como estudiosos del tema -nuestra actividad laboral nos exige serlo- estamos obligados a conocer la situación, ¿con qué fin? con muchos fines pero por lo pronto con el fin de sentirnos orgullosos de pertenecer a ese "casi" que impide que exista un control absoluto de los medios en México, ese "casi" que con poco hace mucho y que no teme nadar en las mismas aguas que los tiburones, ese casi que por ser su chamba debe hacerla bien pero que además sabe que tiene bajo su responsabilidad moral la exigencia de millones de contar con una tele que en términos de contenido sea de colores y no de blanco y negro como a muchos les gustaría que siguiera siendo.

12.- Qué chido ¿no? Hasta sentí que me manipulaba a mi mismo. Creo que lo logré.

13.- Espero sus comentarios.

lunes, 11 de junio de 2007

¿Qué hace diferente a la televisión pública?

Diferencia y novedad de la televisión pública


Raúl Trejo Delarbre


¿Qué hace diferente a la televisión pública?


La respuesta más obvia pero quizá no del todo hueca es la más espontánea: la televisión pública es diferente porque no es como la de carácter comercial. Esta perogrullada tiene alguna importancia porque en la actualidad la lucha por la diferencia constituye el empeño principal de los medios públicos.


Ya sea que surgiera en Europa o en Sudamérica ­en donde había medios estatales antes de la expansión de la radio y la televisión comerciales­ o que hayan nacido a contrapelo del dominio privado en la radiodifusión como sucedió en México, la comunicación electrónica de carácter público se enfrenta hoy a la preponderancia ­e inclusive, a una acometida militante­ de las empresas comerciales.


En casi todo el mundo tanto la inversión financiera como la audiencia entre los públicos se encuentran dominados por la radiodifusión privada. La indolencia gubernamental y estatal, las imprevisiones legales, la pereza de la sociedad, pero también la ineficacia y el desgano que en muchas ocasiones singularizan a los medios públicos, han propiciado que ese mercado se encuentre copado por la comunicación preponderantemente mercantil.


Tal situación podría adjudicársele al creciente individualismo, a la comercialización garrafal o a la voracidad ilimitada de los intereses privados. Pero esperar que a los medios no les afectasen las condiciones que impone la economía de mercado sería tan ilusorio como inútil. Es infructuoso pensar en los medios públicos como instituciones y espacios ajenos al mercado. Al contrario: si los medios de esa índole son necesarios, es porque el panorama de la comunicación está sometido a las exigencias y sobre todo a las inequidades del mercado mismo. En ese contexto, la función primordial de los medios públicos es hacer contrapeso a la preponderancia de las empresas comunicacionales de carácter privado.


Así que si nos preguntan qué hace diferente a la televisión pública, quizá no es tan frívolo contestar que su distinción respecto de la televisión privada radica, precisamente, en que no es como ella. A una y otra las distinguen, entre otros, los siguientes rasgos.


Los propósitos generales. La prioridad de la televisión privada es hacer negocio. Ese reconocimiento no debiera conducirnos a suponer que los empresarios de los medios comerciales subordinan cualquier otra consideración al afán de vender más espacios de publicidad, a precios más altos. Tampoco queremos sugerir que hacer negocio en los medios constituya una actitud reprobable. Sólo pretendemos subrayar que el hecho de tener como prioridad las ganancias financieras define en buena medida el comportamiento, las alianzas, la responsabilidad y desde luego los contenidos de los medios privados.

Los rendimientos de una televisora privada pueden ser de índole distinta a la estrictamente mercantil. Hay empresas de comunicación privadas que también hacen negocio con el cabildeo, la presión e incluso la construcción de consensos que logran entre sus audiencias. Hay empresarios para quienes tanto o más que los rendimientos económicos, la propiedad de una televisora les significa la posibilidad de ampliar y mantener influencia pública y política que usufructúan con diversos fines. En todo caso el fin esencial de la televisión privada, más allá de las responsabilidades que le impongan las leyes, es la reivindicación de intereses particulares.
A diferencia de esa prioridad la televisión pública tendría que estar orientada por el interés general, el interés de la sociedad. Y como la sociedad es heterogénea y plural, un afán necesario de la televisión pública tendría que ser la reivindicación de expresiones así de variadas, todas ellas constituyentes del interés público.

Independencia. La televisión pública no sólo es diferente a la televisión privada. También tendría que serlo respecto de la televisión de gobierno, la cual no es de carácter público. Los medios cuya orientación, estructura y/o programación se encuentran definidas por el gobierno, pueden llegar a cumplir funciones de servicio y a dar espacio a programas y producciones distintos a los que habitualmente encuentran cabida en los medios privados. Pero no son públicos, entre otros motivos, porque su desempeño siempre podrá estar condicionado por el interés de la administración gubernamental. Los medios de gobierno promueven las posiciones del régimen político y de los funcionarios a cargo de él. Se trata de medios, en tal sentido, con puntos de vista por definición parciales y cuyas funciones son, en buena medida, de propaganda. Es importante no confundir a los medios públicos con los medios gubernamentales. Los medios públicos tendrían que aspirar a estar a salvo de las tensiones del mercado, pero también de las presiones del Estado.

Institucionalidad propia. Expresión de esa autonomía, sería la existencia de un marco legal y una organización institucional capaces de garantizar el funcionamiento de la televisión pública más allá de apremios burocráticos, administrativos y desde luego políticos. Estabilidad de sus cuerpos directivos, mecanismos de expresión de los grupos de la sociedad interesados en ella y estatutos legales adecuados a esos fines son algunos de los rasgos indispensables para la televisión pública. Acerca del financiamiento no hay esquemas definitivos pero puede considerarse que la dotación regular de recursos fiscales junto con otras formas de abastecimiento ­entre las que no debería estar excluida la publicidad comercial­ son necesarias para una televisión pública estable.

Contenidos. La televisión privada suele distinguirse por la supeditación de la calidad en la programación, a la cantidad en la audiencia. La televisión de gobierno, o de Estado, sacrifica el contenido a la propaganda. Calidad televisiva y cantidad de espectadores no están reñidas. Pero a fin de que la sociedad aprecie contenidos que pueden exigirle más atención, reflexión o implicación, se requiere que pueda elegir entre distintas opciones de televisión. En este sentido la TV pública tiene un efecto de democratización cultural, no sólo porque lleva contenidos no comerciales a audiencias que de otra forma no tendrían acceso a ellos. Además es cultural ­y socialmente­ democratizadora, porque su sola existencia supone que el espectador tiene más posibilidades al elegir la televisión que contemplará. Diversidad, creatividad, calidad y experimentación son divisas de la televisión pública.


Fines. Toda televisión, de una u otra manera, entretiene, informa e incluso educa. Pero la televisión comercial hace todo eso para ganar dinero o para cumplir con la agenda de algún grupo de interés privado. La televisión de gobierno entretiene, informa o educa, como parte de un proyecto para ampliar o mantener la hegemonía política. La televisión pública cumple con tales funciones como servicio a la sociedad.


Públicos. Toda televisión, igual que todo medio, busca alcanzar las audiencias más amplias que sea posible. Todo medio se define, además de otros rasgos, por sus públicos. La televisión privada construye sus audiencias de acuerdo con los objetivos que le impone la mercadotecnia. La televisión pública pretende lograr y mantener audiencias independientemente del potencial de compra ­o la capacidad de voto­ que puedan tener sus integrantes.

Contraste. La televisión pública, como apuntamos antes, funciona como contrapeso a los estilos, prioridades, perversiones, distorsiones y sobre todo insuficiencias de la televisión privada. Si no hubiera televisión privada o televisión de gobierno, la de carácter público no sería necesaria.
* * *
Más allá de sus propósitos o del desempeño que sería deseable que alcanzara, a la televisión pública también la hacen diferente sus dificultades y su presencia social.


Hoy, en distintos sitios del mundo, la televisión pública enfrenta un nuevo y fuerte acoso de la televisión privada. Como resultado de la disputa por el mercado, pero también a consecuencia de un prejuicio ideológico que se ha extendido a falta de un debate serio sobre estos temas, algunos de los principales consorcios de la radiodifusión privada se han empeñado en descalificar a la de carácter público: sostienen que su existencia atenta contra las libertades de expresión y la competencia económica. En distintos países, la arremetida contra los medios públicos está convirtiéndose en prioridad de los consorcios mediáticos de carácter privado.


Al contrario de esas posiciones, entre las funciones esenciales de la televisión pública se encuentra la apertura de espacios para que se manifiesten ciudadanos y grupos que de otra manera no tendrían acceso a ese medio. Al mismo tiempo permite que el mercado de la televisión ­que es financiero, pero también de ideas y mensajes­ no se encuentre subyugado al interés de unas cuantas corporaciones comerciales. Y junto con ello, cumple con una función democrática que hoy en día es de la mayor necesidad.


En palabras de Andrew Graham, consultor de la BBC y directivo del Channel Four británico: "La radiodifusión de servicio público es crucial. Actúa como contrapeso a la posible monopolización de la propiedad y la fragmentación de las audiencias en el sector privado. Debido a que sus propósitos son diferentes, amplía la elección de los consumidores tanto individual como comunitariamente. Y tiene una parte especialmente importante por jugar en el mundo multicultural de nuestros días para promover los derechos democráticos. La radiodifusión de servicio público no es un añadido opcional. Cada sociedad debería tener uno o más servicios públicos de radiodifusión independientes".1


El asedio de la televisión privada contra la de carácter público se expresa de variadas formas: desde propuestas para marginarla de los mercados publicitarios o para limitar la cobertura de sus transmisiones, hasta mociones para que desaparezca. El notable afán de grandes corporaciones mediáticas para minar a los medios públicos, es otro de los motivos para defenderlos.


Vale reconocer, desde luego, que en su contra también juegan el débil escrutinio e incluso en ocasiones el escaso interés de la sociedad, la ignorancia de los gobiernos, el descuido de los legisladores y la inhabilidad y frecuente ausencia de autocrítica de la misma televisión pública.
Ante esas tendencias, puede reconocerse el desarrollo de un interés creciente por la televisión pública en distintos sitios del mundo. Casi siempre como resultado de preocupaciones ciudadanas y sociales ante el predominio y la avidez del poder mediático, se advierte la inquietud de partidos políticos y gobiernos, grupos académicos y de periodistas así como se agrupaciones sociales de las más diversas vocaciones temáticas, para reivindicar a los medios públicos.


En junio de 2001 la Federación Internacional de Periodistas, IFJ, realizó en Nipporo, Japón, una reunión sobre "La radiodifusión pública en la era de la información". Allí se acordó desarrollar una campaña por la radiodifusión pública con el propósito de: "construir la solidaridad entre las organizaciones y crear vínculos con la sociedad civil, respaldar un programa de acciones prácticas alrededor del mundo, coordinar acciones efectivas con el Banco Mundial, la Unesco, la Unión Europea y otras organizaciones regionales y políticas, así como apoyar los esfuerzos de la IFJ para promover el diálogo social internacional".2
* * *
La radiodifusión pública está adquiriendo una actualidad paralela a la extensión y la influencia crecientes de la comunicación digital. Las novísimas tecnologías de la información implican dos desafíos para los medios públicos.


Por una parte ese desarrollo tecnológico tiende a favorecer las capacidades de expansión e influencia de la radiodifusión privada, así como el crecimiento de las desigualdades sociales. Gracias a él, los grandes consorcios de comunicación logran más cobertura, presencia e influencia sociales en un muy dinámico proceso de concentración de intereses mediáticos y corporativos. Al mismo tiempo las redes informáticas, cuando ­como es frecuente­ se expanden fundamentalmente gracias al interés privado, llegan a reproducir las disparidades entre los ciudadanos. A las desigualdades tradicionales que se padecen en todas las sociedades pero especialmente en los países de menor desarrollo econmico, ahora se añade el inequitativo acceso a los instrumentos de información: la brecha digital se está constituyendo en uno de los indicadores sustanciales del crecimiento, o el atraso, de cada país.


El flanco virtuoso de las nuevas tecnologías se encuentra en su flexibilidad para ser aprovechadas con propósitos distintos a los de la comunicación mercantil. La existencia de la Internet, junto con el desarrollo de la digitalización para propagar señales de radiodifusión convencional, implica nuevos retos y posibilidades para los medios públicos.


En palabras de dos estudiosos españoles: "Las transformaciones de la era digital representan grandes oportunidades para el desarrollo de la comunicación, pero también representan nuevos riesgos de concentración y de desequilibrio con múltiples disfunciones probables. Muchos de estos desequilibrios tienen que resolverse en el marco de la regulación general de los sistemas de comunicación, públicos y privados, todos ellos 'servicios públicos'. Pero, en este nuevo contexto, la iniciativa pública tiene un rol y una responsabilidad especial: hacer, y prever para el futuro, todo lo que sea necesario para el desarrollo democrático y del bienestar social, y que no quedaría cubierto por las iniciativas reguladas únicamente por el mercado".3


Hoy en día la televisión pública, para cumplir auténticamente con sus responsabilidades, está obligada no sólo a entender la importancia de la comunicación digital sino, en consecuencia, a reconocerse en ella. Una televisión pública que no explore y aproveche las posibilidades de la Internet, entre otras que ofrece la sociedad de la información, se quedará estancada y será crecientemente infructuosa. No en balde el sistema de radiodifusión pública más prestigiado del mundo, la BBC, aprovecha ahora las opciones de retroalimentación respecto de su programación convencional, almacenamiento de mensajes y propagación de contenidos específicos que ofrece la red de redes en un proyecto que imbrica a la Internet con la televisión ­tanto la de carácter convencional como la de formato digital­.4
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En muchas circunstancias locales y nacionales la televisión pública, a pesar de sus insuficiencias y errores, tiene sobre la de carácter privado o sobre la televisión de gobierno una mejor reputación. Cuando la televisión pública es realmente eso, puede presentarse con el genuino orgullo de procurar una producción orientada por la calidad y no por la publicidad. No queremos decir que a la televisión pública no le hagan falta ingresos comerciales, pero ellos constituyen un medio y no uno de sus fines como le ocurre a la de carácter privado. Sus resultados no sólo (aunque también) se miden en puntos de rating. El criterio esencial para evaluarlos tendría que considerar la calidad, sin que la excelencia de los contenidos se convierta en excusa para justificar la indiferencia de los públicos.


Los productores de una televisión pública que cumpla con parámetros como esos pueden ­y acostumbran­ estar orgullosos de su trabajo. En cambio la televisión privada habitualmente está a la defensiva porque quienes la hacen saben que, en aras de la cuantía en el rating y las finanzas, a menudo recorren el resbaladizo camino de la vulgaridad y la falsedad.


La televisión privada suele tener mala conciencia. Para mitigarla busca legitimarse con ciertas dosis de pluralidad política, diversidad noticiosa, autoridad académica e incluso excepcionalidad cultural. Esos ingredientes son aderezos en un menú televisivo dominado por la ordinariez. De cuando en cuando, durante algunos minutos la televisión privada se abre a la discusión de ideas, eventualmente difunde programas de calidad e incluso invita a quienes la critican, para lavarse el rostro salpicado de las chabacanerías que difunde durante la mayor parte del día.


La reflexión y la cultura son adornos circunstanciales en una programación determinada por otros valores. La televisión pública, en cambio, tiene a la creación, al arte, al pensamiento y a la crítica entre los ejes de su programación: no son coartadas sino su razón de ser.
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Nos encontramos ante una nueva etapa de la televisión pública.


De manera esquemática, podemos describir tres amplias y heterogéneas fases en el desarrollo de la TV pública en el mundo.


La primera transcurrió desde los orígenes de la televisión hasta los años 70 del siglo XX. En esa larga fase, en numerosos países los gobiernos instalaron televisoras que en pocos casos llegaron a constituir auténticos sistemas públicos pero que casi siempre eran espacios distintos a los de índole fundamentalmente comercial. Tales televisoras de gobierno, estatales o incluso públicas, en algunos casos siempre coexistieron con empresas privadas de televisión y en otros fueron precursores de ellas.


Luego se abrió un interregno de un par de décadas, las dos últimas del siglo XX, durante las cuales las televisoras públicas y estatales ­salvo pocas excepciones­ quedaron estancadas o incluso desaparecieron. En algunos países las oleadas privatizadoras llevaron a los gobiernos a deshacerse de los canales de televisión que administraban. En otros la televisión pública se ha mantenido en condiciones de debilidad ante la expansión de las televisoras privadas. Aun en los países donde la televisión pública tiene más arraigo y credibilidad, con frecuencia se pensó que su extinción podría estar cerca.


La tercera etapa comenzaría a la par del nuevo siglo y estaría siendo consecuencia, por un lado, de la preocupación de crecientes grupos ciudadanos ante el crecimiento de la mediocracia preponderante en la comunicación y por lo tanto en el acaparamiento de buena parte de la esfera pública. También estaría influyendo cierta revalorización del papel del Estado, cuya pertinencia ha sido reconocida después de enconados rechazos ideológicos y al cual se le concibe como una entidad organizadora y promotora, así como acotada por una sociedad más activa que nunca. El territorio natural e irrenunciable de esa sociedad, el espacio público, requiere de medios de comunicación capaces de compensar y complementar la presencia de los medios mercantiles. Allí es donde la TV y el resto de los medios públicos ­apoyados en las tecnologías que articulan a la llamada sociedad de la información­ podrían estar experimentando una nueva época.


Notas
1 Andrew Graham, "Quality, not profit", en Open democracy, www.opendemocracy.net, 16 de mayo, 2001.
2 IFJ World Congress. Resolution. www.save-public-broadcasting.org/events/tokyo.htm
3 Miquel de Moragas y Emili Prado, "Repensar la televisión pública en el contexto digital". Documento de la Universitat Autònoma de Barcelona en:
http://www.uned.es/ntedu/espanol/master/primero/modulos/teoria-de-la-informacion-y-comunicacion -audiovisual/tvpublica.pdf
4 www.bbc.co.uk/digital/
Raúl Trejo Delarbre es investigador del Instituto de Investigaciones Sociales de la UNAM. Correo:
rtrejo@servidor.unam.mx Página Web: http://raultrejo.tripod.com/
En noviembre pasado la representación en México de la Fundación Friedrich Ebert pidió al autor una ponencia que se denominara "¿Qué hace diferente a la televisión pública?" para un foro sobre ese tema que se realizó en la Casa Lamm. Esta es una versión ampliada de aquella exposición.